Las cuatro horas y ocho minutos


La Luna estaba preciosa, enorme, brillante. Sus resplandecientes rayos blancos acariciaban con vigor el cabello castaño de María, parecía que el espejo del Sol, se había arreglado para aquella ocasión, para congelar el aliento de la joven.


-No, no me dejes ahora, ahora no por favor.

María no contestó, ni se inmutaba.

-Por favor, no me hagas esto, no te vayas. Al menos déjame verte sonreir una vez mas.

De nuevo, la única respuesta que obtuvo fue el silencio, mientras veía con incredulidad varías luces que se iban acercando.

Sus lágrimas corrían y corrían, llegando al sucio y húmedo asfalto, fundiéndose cada una de las gotas derramadas por sus ojos con el charco color escarlata que había en el pavimento, iluminado por los castigados faros de un viejo Ford Mustang.

-Por favor, quédate conmigo María, quédate conmigo. Por Dios te lo pido, haré cualquier cosa, lo que sea, incluso daré mi vida si es necesario.

-Ya no hay nada que hacer.- Respondió la voz del hombre que bajaba de la ambulancia.

-A menos de que puedas volver atrás en el tiempo, no tomarte lo que hayas bebido, colocarle a tu chica el cinturón e intentar esquivar ese árbol.

Entonces a las cuatro y algo de la madrugada, se dio cuenta de que la había perdido para siempre.

APA...
........... LLARGA VIDA ALS SOMNIS I AL ROCK'N'ROLL!!!!!!!!!


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